¿Qué es el clima?
El clima agrupa las mediciones de temperatura, humedad, presión atmosférica, viento y nebulosidad para una zona definida y un largo período. No debe confundirse con la meteorología, ya que si esta se interesa por el estudio de estos mismos valores durante un período de tiempo corto, el clima representa la evolución de la meteorología de una zona geográfica amplia en varias décadas e incluso siglos.
Para definir un clima y seguir su evolución, ha de tenerse en cuenta el conjunto de valores que lo caracterizan. Observar un solo valor (p. ej., la cantidad de lluvia), no permite definir un clima. Si llueve tanto en Marsella (Francia) como en Varsovia (Polonia), no significa que el clima sea el mismo. Será necesario tener en cuenta el reparto de la lluvia en el espacio y el tiempo, por ejemplo.
Climas locales
Se distingue una variedad de climas sobre la Tierra, de donde procede la clasificación que los identifica y los distribuye geográficamente. El sistema de Köppen es la clasificación más extendida, basada en las precipitaciones y las temperaturas. Con ella se definen tres grandes grupos: templado, cálido y frío, que a su vez se dividen en diferentes climas según las zonas geográficas.

Fig. 1 Los diferentes climas según las regiones del Mundo.
El papel del Sol en la máquina climática
Sin el Sol, ¿cómo serían los climas?
Sin el Sol, no habría clima, ni estaciones, ni calor, ni vida. De hecho, se habla a menudo del «máquina climática» ya que, para que una máquina funcione, hace falta una fuente de energía: el Sol.
A pesar de la actividad interna de la Tierra y su núcleo en fusión, sin el aporte de la energía del Sol, la tierra sería glaciar ( -18 °C de media). El sol es una estrella que bombardea de manera permanente a la Tierra con una radiación solar que calienta la superficie de nuestro planeta y le permite alcanzar una temperatura media de unos 15 °C.

Fig. 2 Transformación de la energía solar en calor.
La energía solar (flecha amarilla) que alcanza la superficie de la Tierra se transforma en calor (flecha roja).

Variaciones climáticas en varios milenios
La temperatura de la superficie del Planeta no siempre ha sido de 15 °C. La Tierra ha experimentado, desde su formación, numerosos períodos de frío extremo: las eras glaciares. Cada una de ellas está separada por períodos denominados «interglaciares», en los que las temperaturas son relativamente elevadas o agradables. También existe una alternancia de eras glaciares e interglaciares.
Este fenómeno se produce a lo largo de milenios y se explica, en parte, por el hecho de que la distancia que separa a la Tierra del Sol varía en el tiempo.
Nuestro planeta gira en torno al Sol a lo largo de 365 días y 6 horas: es la revolución de la Tierra. Su órbita, es decir, la línea circular que describe al girar en torno al sol, cambia de forma: a un círculo se sucede un óvalo y así sucesivamente. Cuanto más alejada está la Tierra del Sol, más débil es la energía recibida y menor es su calentamiento. Estas variaciones son insuficientes para considerarlas responsables de los grandes cambios climáticos, como el paso de una era interglaciar a un período glaciar.
La cantidad de energía solar recibida no es constante en el tiempo. La radiación que el Sol emite sufre variaciones. El Sol se regula por un ciclo en el que su actividad aumenta o disminuye. En un período de actividad intensa, se envía mucha más energía y por lo tanto, la Tierra recibe más. El fenómeno inverso se produce en un período de actividad menos intensa, en el que la Tierra recibe menos energía solar. La variación de este ciclo conlleva cambios de temperatura mínimos en la superficie de nuestra Tierra. El descenso de la actividad solar no desembocará en una nueva era glaciar.

Fig. 3 La distancia de la Tierra con el Sol cambia en el tiempo a causa de la forma de su órbita, pasando de una forma circular a otra oval en varios milenios.
Sabía que…
En la actualidad, nos encontramos en un período interglaciar desde hace 11 000 años. Podría durar aún varias decenas de milenios.
Las estaciones
Una estación puede definirse como un período del año en el que las temperaturas y las condiciones meteorológicas son relativamente estables. El número de estaciones varía en función del lugar en el que nos encontremos en el planeta. Por ejemplo, en las zonas templadas, como Europa, se suceden cuatro estaciones a lo largo del año (otoño, invierno, primavera y verano). Esta sucesión se denomina alternancia de las estaciones.
Esta alternancia se debe al hecho de que, al rotar en torno al Sol, la Tierra gira sobre ella misma con una ligera inclinación. Su eje de rotación está inclinado unos 23,5° con respecto a su línea de órbita.
Inclinada y girando sobre sí misma durante su revolución en torno al Sol, la Tierra no se presenta con la misma inclinación. Las estaciones se suceden, así pues, al mismo tiempo que gira en torno al Sol.
Esta inclinación de la Tierra explica la razón de que en el hemisferio norte sea verano y en el hemisferio sur sea invierno. La superficie al norte del ecuador disfruta en verano de una exposición directa al Sol y la temperatura media asciende. Al mismo tiempo, la superficie al sur del ecuador no tiene una exposición directa. La consecuencia se deja notar en las temperaturas: es invierno en el hemisferio sur.

El Océano, regulador del clima
Los rayos del Sol «caldean» nuestra tierra de manera más o menos eficiente, según su inclinación. No obstante, todos los componentes de la Tierra (atmósfera, océanos, tierra, hielo, etc.) no absorben la energía del Sol en la misma proporción. Por ejemplo, el hielo, tan blanco, refleja una parte de los rayos como un espejo, mientras el Océano, muy oscuro, no devuelve prácticamente nada. El Océano almacena una cantidad inmensa de energía solar (en torno a mil veces más que la atmósfera) y se convierte así en un acumulador de calor. Su inmensa superficie y la existencia de corrientes marinas le permiten regular la temperatura mundial.
Esto explica en parte las diferencias, en un mismo hemisferio, entre los climas continentales (inviernos duros y veranos calientes y secos) y oceánicos (inviernos suaves y veranos húmedos y más templados).