El Océano es un
inmenso acumulador de carbono que cubre un 70 % de la superficie de la Tierra.
De forma natural y permanente, intercambia con la atmósfera toneladas de
carbono en forma de dióxido (CO2).
Este proceso
natural permite el almacenamiento de una parte de las emisiones de gases de
efecto invernadero. Se estima que el Océano absorbe al año cerca de un 30 % de
estas emisiones de origen humano. Sin esta capacidad de absorción, los cambios
climáticos actuales serían más rápidos y más acentuados.
El Océano
almacena y redistribuye así el gas carbónico hacia la atmósfera según dos
grandes procesos: uno biológico y otro fisicoquímico.
Fig. 1 El Océano
absorbe de manera natural y de manera permanente el CO2 del aire, que se
disuelve al contacto con el agua.
Este mecanismo
fisicoquímico, más conocido como «sumidero de carbono» o «bomba de
solubilidad», permite la absorción y el almacenamiento de una gran parte del
gas carbónico de origen humano en los océanos.
El CO2 tiene la
particularidad de ser más soluble en agua fría. Gracias a este principio, las
aguas frías de los polos terrestres disuelven mejor, más deprisa y por tanto en
mayor cantidad el CO2 atmosférico.
De esta manera,
cuanto más frías son las aguas, mayor cantidad de carbono se absorbe. En estas
latitudes extremas, las potentes corrientes marinas arrastran consigo a las
profundidades todo el CO2. Es el caso, por ejemplo, en el Atlántico Norte,
cerca de la banquisa, donde se encuentra uno de los mayores sumideros de
carbono del mundo.
El carbono
acompaña a esta corriente hasta el fin de su curso.
Una parte se mezclará con el resto del Océano, mientras que otra pequeña fracción quedará secuestrada en los fondos marinos para formar lo que se denomina un reductor de carbono.
Este me Las algas
microscópicas y las cianobacterias en suspensión en el agua (fitoplancton o
plancton vegetal) son el origen del mecanismo biológico.
De igual manera
que las plantas verdes del la superficie terrestre, el fitoplancton absorbe una
cantidad considerable de CO2. Con ayuda de la luz, aprovecha el carbono y
expulsa dioxígeno (O2) para crear materia orgánica. Es el proceso denominado
fotosíntesis. El oxígeno expulsado por estos organismos (en forma de O2) se
reparte a continuación entre el Océano y la atmósfera.
Para ilustrar el proceso de la fotosíntesis, es posible comparar al fitoplancton absorbiendo CO2 y una persona que se come una aceituna entera: solo se comerá la carne y después tirará el pipo.
En el proceso de
la fotosíntesis, el fitoplancton capta el CO2 (o la aceituna entera) libera el
oxígeno en forma de O2 (el pipo de la aceituna) y solo se queda con el carbono
(la carne de la aceituna). La cantidad de oxígeno liberado se dispersa en el
espacio que tiene ante él, es decir en los océanos y la atmósfera.
El Océano
participa de la oxigenación de la atmósfera al igual que los bosques. Gracias
al fitoplancton, nuestra atmósfera tiene grandes concentraciones de oxígeno y
el mundo pudo evolucionar hasta ser tal y como hoy lo conocemos.
El Océano es, por
lo tanto, el principal pulmón del planeta: inspira una parte del CO2
atmosférico y expira oxígeno al aire que nosotros respiramos.
El plancton
vegetal o fitoplancton es la base de la cadena alimentaria acuática.
Recorriendo todos los eslabones, el carbono se reparte en el conjunto de la
biodiversidad marina: parte de organismos microscópicos para integrarse en
especies de gran tamaño como las ballenas.
Al morir estos organismos,
una pequeña parte del carbono fluye hacia las profundidades marinas. Este
depósito constituye un reductor de carbono sedimentario sobre el fondo
oceánico.