Efecto invernadero: definición ¿Cómo funciona y cuál es su función? Documentación para una mejor comprensión.
El efecto
invernadero es el fenómeno natural que permite a la Tierra retener el calor del
Sol en el interior de la atmósfera. Cuando la radiación solar toca la
superficie, el calor que se desprende queda atrapado en la atmósfera.
De igual manera que una manta retiene el calor corporal, la atmósfera terrestre está compuesta de diferentes gases que retienen el calor en la superficie de la Tierra aislándola del frío del espacio.
Fig.1 Créditos de la foto: Tecnòlegs de l'IES Bisbal
Los rayos de Sol
atraviesan la atmósfera, compuesta de gases, para llegar a la superficie de la
Tierra. El aire, los océanos y los diferentes suelos (nieve, tierra, etc.)
absorben la energía de estos rayos. Cuanto más oscura sea la superficie, mayor
cantidad de energía retendrá. A la inversa, cuanto más clara sea una
superficie, más reflejará la radiación. De esta manera, la cantidad de energía
solar reflejada depende del factor de reflexión de una superficie. Es el
denominado efecto albedo. La energía que absorbe el suelo, el aire y los
océanos se restituye en forma de calor, que son los infrarrojos. Los gases de
efecto invernadero retienen y devuelven estos infrarrojos sobre la superficie
de la Tierra. Este fenómeno contribuye a calentar el planeta de forma natural.
Los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera interceptan los infrarrojos (el calor) que emite la superficie terrestre. Gracias al efecto invernadero de estos gases, la Tierra disfruta de una temperatura media «confortable» de 15 °C. Sin ellos, la temperatura de la Tierra sería de -18 °C y la vida, tal vez, no sería posible. No obstante, no tienen siempre la misma eficacia para retener el calor devuelto y tienen una duración diferente. Afortunadamente para nosotros, aquellos que tienen un alto poder de retención del calor, como el metano o el óxido nitroso, no son los más abundantes, pero persisten mucho tiempo en la atmósfera.
El dióxido de carbono es, con seguridad, el más conocido y mediatizado de los gases de efecto invernadero. Con una proporción de un 1 %, su escasez es engañosa ya que es el que más contribuye al efecto invernadero tras el vapor. Su baja presencia se compensa con amplitud por su eficacia en la captación de los infrarrojos, es decir, por su capacidad de captar el calor enviado desde la superficie a la atmósfera.
A menudo declarados como perturbadores climáticos, los gases de efecto invernaderos son, no obstante, indispensables para la vida sobre la Tierra. La actividad humana ha roto esta armonía y amplifica el efecto invernadero.
El primer factor de amplificación del efecto invernadero se encuentra en la combustión de las energías fósiles: el petróleo, el carbón, la turba y el gas natural. La Revolución Industrial se logró gracias a la energía obtenida de la combustión del petróleo y el carbón. Hoy, el petróleo sigue siendo la primera fuente de energía para el ser humano. Este tipo de energía presenta un problema, ya que no es renovable, se agota y emite enormes cantidades de CO2 a la atmósfera.
Las emisiones humanas de CO2 son suficientes, hoy, para amplificar el efecto invernadero y perturbar el equilibrio natural. La combustión de las energías fósiles no explica por sí misma la amplificación del efecto invernadero.
Existen otras
actividades humanas que agravan este fenómeno. La deforestación o la tala
intensiva aumentan la cantidad de CO2 en la atmósfera. Los árboles tienen la
capacidad de almacenar carbono. Así que, a causa de la deforestación, este
carbono se libera en la combustión o la descomposición de los árboles
muertos.
La agricultura intensiva es una actividad que emite dos
potentes gases de efecto invernadero (más que el CO2): el metano y el óxido
nitroso. Se generan fundamentalmente al emplear abonos, cultivar arroz o criar
bovinos rumiantes. El hombre ha creado también sus propios gases de efecto
invernadero: los gases fluorados (CFC o HCFC), utilizados en el control de la
temperatura. En la actualidad, su presencia es mínima, pero son altamente
peligrosos en la amplificación del efecto invernadero: los HCFC
(hidroclorofluorocarburos) tienen un poder de efecto invernadero dos mil veces
mayor que el CO2. Estos gases artificiales no tienen equivalente natural y su
poder de captación de calor es extremadamente elevado. Representan gases de
efecto invernadero adicionales que la naturaleza no puede asimilar.